Por un reconocimiento real de las enfermeras
Artículo de opinión de Nuria Rivada, Técnica de Igualdad de SATSE Euskadi.
Estaba decidido que el año 2020 fuera el Año Internacional de la Enfermería. Durante esta pandemia, las enfermeras han demostrado su valor como profesión, su capacidad de gestión y adaptación, con mucho esfuerzo y escaso reconocimiento.
La enfermería es una profesión altamente feminizada. Las mujeres representan el 70% del personal de la sanidad pública y son quienes han soportado mayoritariamente el peso de esta pandemia. Sobrecarga asistencial, sufrimiento emocional en el acompañamiento a los/ las pacientes, frustración por no disponer de medios suficientes, miedo al contagio ante la falta de protección etc.
A esto se une la vuelta a casa y el deber de cuidar a sus criaturas, que han estado encerradas más de un mes y a las que hay que atender en todos los aspectos, incluso en el educativo. Y es que ahora más que nunca somos conscientes de la importancia de las maestras y ponemos en valor su vilipendiada profesión.
Los cuidados han estado y están asociados a las mujeres, en el ámbito privado y de forma gratuita. Al no ser considerados un valor de mercado, no tienen el reconocimiento que merecen, a pesar de que durante esta crisis hemos comprobado de una forma cruel que resultan vitales.
La enfermería está ligada al cuidado, que tradicionalmente se asocia a vocación y no a formación universitaria. De hecho, esta profesión sigue considerándose una continuación profesionalizada del cuidado doméstico, eminentemente femenino. De ahí, que estén menos prestigiadas que otras profesiones del mismo nivel formativo.
Ahora, en plena alerta sanitaria, cobra un nuevo sentido poner encima de la mesa la percepción de la profesión de enfermería, que ha sido siempre una de mejor valoradas por la población y en esta crisis, han visto especialmente reconocido su esfuerzo y su humanidad.
Sin embargo, en general, no se conocen los diversos ámbitos, figuras y trabajos en los que desarrollan su profesión, como la gestión, la investigación, la docencia, o las distintas especialidades. Ni se impulsa su presencia en ámbitos tan imprescindibles como la Enfermera Escolar.
Esta falta de reconocimiento se repite históricamente con las autoridades. Estas se resisten a reconocer su liderazgo, sus nuevas competencias, a incluirlas en los foros de toma de decisiones, etc.
Sin embargo, en este momento más que nunca el reconocimiento para las enfermeras no es cuestionable y las enfermeras, quieren ser escuchadas. Tienen mucho que aportar, todos sus conocimientos y su experiencia tienen que ser tenidos en consideración, se lo han ganado a pulso, de lo contrario, es la sociedad la que pierde. Han estado en la crisis, están en la desescalada y merecen estar diseñando el futuro de nuestra sanidad.
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